miércoles, 6 de enero de 2016
EL REBAÑO
Nos engañan nuestros padres
cuando nos hablan de reyes,
en la escuela nos programan
las ideas y los sueños;
nos hablan de paraísos,
de credos biblias y cielos,
y se inventan el infierno
para que crezca el silencio.
Sin pararnos a pensar, si es verdad o no
es cierto, crecemos obedeciendo
las ideas que impusieron,
con amenazas y escarnios
su nos salimos de ellos.
No me acostumbro,
ni quiero,
que desarmen mis ideas,
que me dejen sin defensas
para que ellos trasformen
ríos vivos, en ríos muertos.
No me quiero acostumbrar
a las huellas de mis pasos,
a los caminos de siempre,
a repetir los lamentos.
A que mis dedos
se paren
siempre en el mismo
cuerpo,
y que mis labios sumisos
besen a quien ya no quiero.
Reyes, Papas; miserables
amos de los viejos reinos,
ni soy vasallo ni dueño,
soy errante en mi libertad
buscando horizontes nuevos
en los que no haya un hogar
ni nadie que me de fuego.
Que mi equipaje no marque
los viajes de mis sueños,
que mis maletas sean pocas
y ligeras como el viento.
No quiero ser el cautivo
de lo que siempre impusieron,
que no marquen en mi cuerpo
cadenas, cruces ni velos.
Que me cansan las palabras
que mil veces repitieron,
que no las dicen por mi,
que son grabadas a fuego
por quien busca que el rebaño
sea dócil para sus credos.
Mi vida me pertenece,
no les pertenece a ellos.
Soy libre de beber agua
de manantiales inciertos.
¡No me quiero acostumbrar
a doblarme ante estos dueños!
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