jueves, 9 de junio de 2016

1951




 Nací fuego en Diciembre.
El hielo de la mañana revoloteaba
dejando una estela de amenazantes agujas de plata.

Era Diciembre.

El invierno de escarcha seca
teñía los verdes de blanco,
las botas negras impuestas
abolían soles y lunas.
Las entrañas del fuego se batía
por renacer después de haber nacido,
el rojo se retorcía violento luchando
contra los negros cielos impuestos.

Era el Diciembre joven y férreo,
se imponía la fría letra de coros
y el silencio de los vencidos.
La tempestad, en sus albores, arrasaba
campos y aldeas y exterminaba
el alba cada día.

Era Diciembre.

Las noches traicionaban al silencio
y la soledad susurraba sueños añejos
de imposibles veranos.
El miedo salía victorioso y adormecía los
sueños prohibidos.
Las ventanas eran altavoces que enmudecían
ante pasos irreconocibles que acechaban la paz
establecida.

Nací fuego en Diciembre, la frialdad
de Abril, arrasó la edad de plata, sumiendo
a la primavera en un invierno largo y árido
que secaba los frutos de los campos,
secos campos, secas vidas, secas ilusiones
interrumpidas.


¡Nací fuego en Diciembre!

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